"Ser una asiática gorda"

Todos tenemos cuerpos diferentes, no te veas fea, gorda, o demasiado flaca. Nunca te sientas menos que otra mujer, porque, mírate al caminar, estas para que te amen. Que se rompan las ventanas cada vez que pases cerca y se hagan grietas en el piso con los zapatos que tocas, para que piensen en ti cuando se apagan las luces y seas el primer deseo que alguien pida al despertar, para que te hagan sonreír e iluminar al mundo con tu sonrisa. Mírate bien mujer, porque no estas para que te quieran a medias o para que te juzguen por tu cuerpo.



No supe que tenía un desorden alimenticio hasta que tenía 19. Quizás lo evite toda mi vida, pero no creo que lo hice. Empezó cuando era muy joven, cuando tenía como 12 años. Siempre fui más grande que las demás chicas de mi salón. Más alta, más ancha y lucía mayor para la edad que tenía. Es difícil crecer en una sociedad que gana jugando con las inseguridades de las personas, especialmente en la de las mujeres jóvenes. Yo no era la excepción.                                                                                                                                                                                                                                                                    Creciendo en una casa tradicional de Tailandia, fui burlada por mi propia familia. Empezó pellizcando mis mejillas cuando era bebé, pero ascendió hasta llamarme 'ballena' o 'bola de masa' en mi cara. No había piedad; mi familia era cruel, pero ellos pensaban que me hacían un favor diciéndome la verdad.                                                                                                                                                                                                                                Una vez, estuve en la casa de mi tía por una semana. Mi tía y mi tío jugaban dominó chino, bebían apestosas cervezas y arrastrando las palabras decían obscenidades mientras agarraban cigarrillos. Una de mis tías le dijo a mi mamá, justo cuando estaba del otro lado de la habitación viendo un documental de National Geographic de leopardos, con su hija (a quien consideraban delgada), que debía estar avergonzada de como lucía. Ella afirmó que mi peso era la razón del por qué no tenía amigos, y por eso estaría sola y miserable por el resto de mi vida. Solía llorar en el baño de visita, pretendiendo que tenía un dolor de estomago para evitar ver a mi familia, y la preocupación que tenían de mi cuerpo. Mi madre nunca sospechó nada, pero siempre concordó con que tenía que comer menos. Nunca pensé en responder, ya que era considerado irrespetuoso. Ellos además tenían estructuras delgadas sin intentarlo siquiera, yo era la oveja negra.                                                                                                                                                              Esta noche de brujas, me puse un traje de bruja y llevé a mis pequeños primos a pedir dulce  o truco en el vecindario. Un compañero de clase se había reído de mi porque '¡las brujas no deberían ser gordas!' gritó, y mis pequeños primos también rieron. Reí nerviosa, pero en lo muy profundo quería golpearlo en la cara. El próximo día, empecé a evitar mi comida.                                                                                                                                                                                                                                                                    Era fácil saltarse el almuerzo en la escuela, y estudiar en la biblioteca en cambio. Ya que no tenía muchos amigos, no fue como si alguien lo notara. Pronto opté por el desayuno y la cena en conjunto. Me sentía mareada la mayoría del tiempo, y me sentaba en el gimnasio lo más que podía, diciendo a mi maestro de deporte que tenía cólicos menstruales, quién solo asentía con su cabeza y escribía mi penosa excusa en su porta-papeles. Empecé a usar ropas holgadas, escondiendo mi cuerpo en sudaderas de gran tamaño y pantalones deportivos. Podía estar hasta 3 o 2 días sin comer nada, tomando agua para sustentarme. Cuando no podía aguantar más el hambre la sensación de hambre que iba y venía en mi estómago, cedía. Rompía la cocina de arriba abajo, comía todo lo que veía y en mis manos podía tener. Comía como si no hubiese comido en años. Incluso si eran una caja de galletas expiradas, aún así me las devoraba todas. Pasaba todo con té oolong, un elemento básico en mi casa que sabía que promovía la perdida de peso.  
 En chino, perder peso se traduce más o menos a cortar la grasa. Mi familia me decía que necesitaba cortar la grasa. Antes de que lo supiera, me empecé a obsesionar de más, leyendo los contenidos de grasa y estudiando todo lo que podía sobre nutrición. Iría por este ciclo de destrucción al rededor de tres años. Era tan normal para mi comer solo una vez al día, y luego no comer por los próximos tres o dos días. Mi estomago progresivamente se fue adaptando, y empecé a tener alergia hacía la comida. No podía comer uvas o chocolate sin tener ronchas bajo los ojos. Se ponían hinchados, como si fuera estado llorando por días. Al azar aparecían puntos rojos como si me fueran picado mosquitos.                                                                                                                                                                                                                                                                             Cuando estaba en la universidad, mi compañera de cuarto era bulímica. Me sentía nauseabunda cuando la escuchaba en el baño, y finalmente le dije que necesitaba ayuda.Solo quería verla feliz, pero ella me dijo que lo haría si yo también lo hacía, desde que pensaba que yo tenía un trastorno por atracón. Lloramos al darnos cuenta que tan mal habíamos tratado a nuestro cuerpo, y finalmente nos dimos cuenta que teníamos trastornos alimenticios. Juntas pedimos ayuda a los terapeutas de la escuela y empezamos a comer regularmente, empezando con porciones pequeñas y progresivamente aumentando la cantidad de comida a platos normales. Fue difícil para mi, desde que era digna de bondad, pero mi terapeuta me asignaba actividades y un diario para escribir mis pensamientos. También creé un calendario, asegurándome de que comía regularmente, y escribía lo que comía, así como mis sentimientos con cada comida. Aunque he desarrollado hábitos saludables desde mis días con trastorno por atracón, sigo deseando no haber estado tan afectada por los comentarios de mi familia. Podía maneja las personas en la escuela, pero evité todas las situaciones sociales con respecto a mi familia. Es difícil salir de esa cascara cultural y recuperar tu cuerpo, puede tomar muchos años, porque todos merecemos ser buenos para nuestro cuerpo.
  Trata bien ese regalo que te han dado porque solo tienes uno.

Diana Lacera

Intentando hacer un blog desde 2014.

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